En 2013 me acerqué a una asociación de familiares de víctimas de desaparición forzada para ayudarles con su página de internet. Cuando empecé a trabajar me di cuenta que ellos hacían muchas cosas pero que no contaban lo que hacían
Por: Manuela Ochoa
¿De dónde viene tu interés por trabajar el tema de la desaparición forzada?
En 2013 me acerqué a una asociación de familiares de víctimas de desaparición forzada para ayudarles con su página de internet. Cuando empecé a trabajar me di cuenta que ellos hacían muchas cosas pero que no contaban lo que hacían. Le propuse al Director de ese entonces, José Daniel Álvarez, que crearamos el área de divulgación y comunicaciones para mostrar el trabajo que hacían. Siempre he trabajado mucho desde el arte, soy licenciada de pedagogía social comunitaria y estoy asociada a la Academia de Psicoanálisis. En mi trabajo articulo la pedagogía, el arte y la política.
En Familiares Colombia empecé a notar que muchas de las fotos de los desaparecidos, por lo menos en los archivos más viejos, son fantasmagorías. Buscábamos la foto de algún desaparecido y eran fotocopias que parecían sombras, no se sabía quién era. Me pareció muy interesante empezar a indagar sobre esa cualidad de las fotografías de los desaparecidos. Les propuse que hiciéramos una obra que se llama “Doble oficio por la entrega digna”. La idea era mostrar el trabajo de Familiares Colombia. Más adelante nos apoyaron la Alianza Francesa y la Unidad de Víctimas.
¿Puedes hablarnos sobre el proceso de “Doble oficio por la entrega digna”?
La obra “Doble oficio por la entrega digna” tiene dos álbumes, uno tiene unas imágenes proyectadas que son las imágenes de las personas que aún no han aparecido, por eso son intangibles. El otro tiene las fotografías impresas y una luz cálida que cae sobre las fotografías. Todo lo que compone esta obra tiene un significado.
En el proceso de búsqueda se tramitan muchas cosas, entonces cogimos todos esos papeles que se usan en ese proceso, lo reciclamos o lo re-significamos y lo volvimos la base de la memoria.
Yo quería a través de esta obra, poner estas fotos en otro lugar porque siempre me ha preocupado el tema de la comunicación. Mi pregunta es ¿cómo hago yo para que el otro quiera escuchar lo que no quiere saber? Lo que pasa en Colombia es que no queremos saber más de este tipo de noticias porque estamos cansados. A mi me interesa que usted sepa de esto pero ¿cómo se lo cuento para que usted quiera oírlo?
¿La obra parte de conversaciones entre Familiares Colombia y tu o es una idea que tu desarrollas por tu parte?
Pensamos que era una obra que surgía de la conversación. Sale del trabajo conjunto, de mi trabajo con ellos. En el día a día, José Daniel (ex-Director Familiares Colombia) decía cosas sobre el dolor que se siente con un ser querido desaparecido, las peleas que hay que dar diariamente. Incluso hay miembros de Familiares Colombia que mientras están buscando a su desaparecido han perdido a su familia. Generalmente son las mamás las que buscan y mientras buscan al papá, al hijo o al esposo, ellas salen del hogar y su familia pierde el orden. Por eso hablamos de “doble oficio” porque hay dos tareas: una al interior de su familia, para que los otros miembros de la familia entiendan la función o el sentido que tiene su búsqueda porque, generalmente, la critican. La mujer que busca a su familiar desaparecido pelea con la familia y además pelea afuera con la institucionalidad para encontrarlo. Lo de “doble oficio” también se refleja en el tamaño de los libros.
La obra se desarrolló a través de la escucha atenta de todas estas historias que encuentro y siempre pensando en la pregunta: ¿cómo hacemos para que la gente nos oiga? No necesariamente es que a la gente no le de la gana oír este tipo de historias, lo que pasa es uno ya está cansado de oír siempre lo mismo.
Estos cuadros hacen alusión a los espacios que las instituciones crean para que la gente llene con información. Tu tienes que resumir la historia para que quepa en ese formato. La primera idea que tuve fue estirar las fotos para que cupieran en el formato pero eso deformaba las imágenes. Plásticamente era interesante pero no lo era para la familia, que es lo que realmente me interesa.
Una de las quejas que tuvieron algunos visitantes de la exposición es que no encontraban suficiente información sobre las víctimas. Eso es lo que viven los familiares de los desaparecidos. También me preguntaron por qué era tan lenta la transición de las imágenes pero la espera también es lenta para los familiares.
¿Cómo surgió la idea de la acción Vivificar?
Venía con la idea de hacerla hace mucho tiempo pero en 2015 logré concretar mucho más mi intención de seducir al público sin mostrar el horror. Vi en internet una intervención que hizo Batuta en la Terminal de transporte para hacer una publicidad. Tomé ese mismo esquema, el de un flashmob, para hablar de la desaparición forzada de una forma más poética. La obra se llama Vivificar por la memoria vivificante. Este proyecto tiene muchos elementos pero parte de la idea de recordar a los desaparecidos desde la vida. Cuando tu hablas con los familiares de los desaparecidos ellos te cuentan lo que sintieron cuando se fue.
A Gladys que en ese momento era la subdirectora de Familiares Colombia, le desaparecieron a su papá hace 40 años. Un día le pregunté cuál era la canción favorita de su padre y ella se quedó sorprendida por esa pregunta y después de un tiempo me respondió: Farolito. Se le iluminó la mirada. He tenido esa idea de la relación musical con los desaparecidos desde hace mucho tiempo.
¿Cuál es tu relación con la música, por qué te interesa este lenguaje?
Mi mamá fue funcionaria del Ministerio de Hacienda y hacía parte de un coro. Yo entré al coro infantil. La música siempre ha sido muy importante en mi familia. Yo me imaginé que la música era la forma de edulcorar la píldora para que la gente la pasara. Aunque los colombianos no quieren oír nada sobre desaparición forzada, con Vivificar oyen la música porque es muy linda. Al final, los espectadores deben ver cifras, familiares y fotografías y darse cuenta que la desaparición forzada en Colombia es alarmante.
Según los cálculos que hizo la directora comercial del Centro Comercial Calima, en esa obra hubo alrededor de dos mil asistentes. Es decir, dos mil personas vieron las fotos de los desaparecidos.
¿Sabes qué pensaron los asistentes después del evento?
Siempre he querido hacer un reporte de lo que pasó ese día y saber si a los asistentes les cambió la vida de alguna manera. Por ejemplo, cuando yo escuché por primera vez la canción “El ángel de la bicicleta” de Mercedes Sosa, me metí a internet a tratar de entenderla y me enteré sobre quién hablaba y su historia. La música tiene ese poder, te engancha el ritmo y te hace pensar más allá de eso, te genera preguntas. En una entrevista que le hicieron al músico Sting, hace unos ocho años, él dijo que hacía sus composiciones para los jóvenes porque sabía que ellos son los que van a tener el control de su país y concientizados pueden hacer que el futuro sea distinto.
La sociedad tiene que entender que la desaparición forzada es algo que nos afecta a todos. Pienso en la imagen que le mostraban a uno en la escuela, la de los conjuntos de manzanas, si las sacas todas, ¿qué pasa con el conjunto?
¿Por qué elegiste el Centro Comercial Calima para realizar Vivificar?
El flashmob es una acción que irrumpe en un espacio, irrumpe la cotidianidad. Al principio, ingenuamente, pensé en hacerlo en el Centro Comercial Andino pero mandé una carta y me dijeron que no. Después, a través de Adam Zajac (FOSBO), conocí a la Directora Comercial del Centro Comercial Calima quien apoyó mucho la idea desde el inicio.
¿Cómo cambió o cómo se enriqueció la obra cuando empezaste a trabajar con la Unidad de Víctimas y FOSBO?
Mi primera idea era que los músicos tocaran una pieza, fueran desapareciendo, se fuera distorsionando la melodía y ya, ahí se terminaba la obra. Cuando lo hablé con Alejandra Gaviria de la Unidad de Víctimas, ella me aconsejó que no terminara de esa forma porque la gente quedaría angustiada. Me dijo que buscáramos una solución para terminar la obra sin dejar a la gente con sensación de angustia.
Inicialmente busqué a la Orquesta Filarmónica de Bogotá hasta que una amiga me habló de FOSBO. Me dijo que eran muchachos que seguramente estarían dispuestos a ser parte de un proyecto como éste. Empecé a hablar sobre el proyecto con Adam Zajac, el director de la Fundación, y él decide sumarse. Adam escogió la pieza musical y definió la estructura dramática. También invitó al compositor Wolfgang Ordóñez. Después se sumaron al equipo Federico Rey, director escénico y Víctor Manuel Ruiz, director audiovisual. María José Villamil fue la directora de la orquesta. Todos son supremamente sensibles.
Una vez conseguimos los recursos necesarios para pagarle a todo el equipo, Adam le propuso a Ximena Cárdenas, la Directora Comercial del C.C. Calima que la orquesta se presentara allá con Vivificar. Realmente fueron las ganas de Adam lo que permitió que eso pasara.
Empezamos a trabajar con un grupo teatral conformado por actores profesionales y víctimas del conflicto armado. Fue una construcción colectiva, los actores traían ideas y lo conversábamos. Éramos cinco directores, cada uno dedicado a lo que sabía hacer, pero intercambiamos muchas ideas y fue muy enriquecedor. No hubo uno más protagonista que otro.
¿Cómo se sintieron en la presentación?
Fue una cosa apoteósica. María José, la directora de la orquesta, lloró. Cuando le quitaron la capucha la primera vez, tenía los ojos llenos de lágrimas pero no soltó el llanto para no afectar la dirección de la orquesta. Repetimos la obra dos veces, a las 12 del mediodía y a las 4 de la tarde. Fue muy emocionante. Quisimos repetir la obra por todo el país pero es costosa de producir.
Ahora me pregunto si generar emociones es suficiente, me gustaría que sucediera algo más aparte de sentirse emocionado.
¿Crees que los artistas tienen un papel político en Colombia, especialmente tras la firma de los Acuerdos para la Paz?
El dos de octubre de 2016, tras la derrota del Plebiscito, yo hice cortocircuito con todo, con mi trabajo con las víctimas, con mi trabajo artístico, con todo. Me distancié un tiempo, me golpeó muchísimo. Una víctima me dijo que se sentía como cuando le desaparecieron a su compañero. Eso me conmovió tanto.
Cuando Doris Salcedo decidió hacer su obra en la Plaza de Bolívar, yo participé. Siempre he participado en sus convocatorias, como cuando mataron a los diputados del Valle del Cauca y ella hizo una acción con velas en la Plaza de Bolívar. Su arte es muy contundente. En el proceso de esa obra en octubre entendí que no sabemos conversar. El artista habla desde su lugar de artista, la víctima habla desde su lugar de víctima, la institución desde su lugar de institución, en fin. “Tu que me puedes decir a mi si yo soy la experta o si yo soy la víctima, más bien aprende tú de mí”.
Yo sentí que eso se agudizó mucho tras el plebiscito. Nadie le cedía a nadie. Nos matábamos en nombre de la paz. La señora que vende maíz para las palomas de la Plaza no quiso moverse ni un centímetro durante el montaje de las telas. La pelea con los del Campamento fue tenaz. Entonces no podemos hablar de “construcción de paz desde el arte”, eso es carreta. La paz empieza en el interior de cada uno. Como artista puedo hacer cosas para que la gente se conmueva pero la singularidad es clave, no hay un “para todos”, es decir, no se construye paz para todos, no hay verdad para todos.
Ahora quiero trabajar con niños sobre el tema de la conversación. Creo que hay que empezar por ahí.
Créditos: https://museodememoria.gov.co/conversacion-constanza-ramirez/